domingo, 13 de abril de 2008

Por qué no te callas?

Debo confesar que me he pasado buena parte del día de hoy (bastante aburrido, por cierto) pensando en cual de los episodios de los ultimos días eran lo suficientemente meritorios como para explayarme al respecto.Y creo que de todos, que han sido varios y diversos, el elegido supera por varias cabezas a los demás.
Resulta ser que yo, que de por si tengo una radical enemistad con el universo, siempre suelo tener la dicha de encontrarme en mi camino con los seres mas desubicados del universo, y para colmo de males, siempre cuentan con voluntad de emplear la facultad del habla con mi persona. Y por lo general, suelo tener la bondad de seguirles la corriente y hablar un rato, solo por ese instinto innato de comunicarme, mal no sea con quien quiera que me hable (hábito en varias veces criticado por ciertos allegados, dado lo insoportable que se vuelven ciertos interlocutores).
Fuera de eso, hay oportunidades en que uno no elige hablar con quien tiene enfrente, pero tampoco tiene escapatoria. Tal es el caso de los tacheros/ remiseros, que aprovechan el hecho de tener un público cautivo, quien no tiene más que seguirles la corriente, dado que no puede ni cambiar de vereda, ni desplazarse unos metros para evadirlos. Hasta llegar a destino, uno no tiene otro lugar que su asiento, y la dulce y melodiosa voz de quien conduce, que se desquita su soledad con quien le queda a merced. En mi experiencia, creo que los remiseros (y sin tener nada personal con ninguno) tienen en varios casos una cierta dosis de necesidad de un otro que los escuche o que entable un dialogo con ellos. Es absolutamente comprensible, y los entiendo en algún punto, ya que habiendo pasando tantas horas en soledad, sin más interlocutor que el operdador que les dicta las direcciones donde dirigirse, es lógico querer hablar con alguien corporizado, o por lo menos de un tema que vaya más allá que direcciones y nombres a recoger. Es entendible. Ahora, es necesario desquitarse a las 6 y media de la mañana con gente que solo quiere silencio o que en último caso no tiene ganas de dialogar con el señor remisero? Tal es la situación que se reitera cada dos por tres, en las madrugadas de domingo, cuando toca en la loteria de coches unos que es manejado por alguno de los especimenes más locuaces de entre los posibles. Cada tanto toca uno que hace algo mas que gruñir a modo de respuesta ante las indicaciones, y realmente hay veces que uno se pregunta porque Dios les da el don del habla.
Pero bueno, puede ser que necesiten un oido amigo, y bueno, a uno que poco le cuesta, vale ser solidario con ellos no? Ahora, hace falta enterarse de sus opiniones acerca de la juevtud, cada vez mas perdida, los lances de pasajeras más osadas, su amor a su esposa, las cargadas de los compañeros, la ideologia frente a temas diversos y demás? Lo dudo.
Sin embargo, todo esto puede ser aún peor. Si no es suficiente con escuchar cosas que nadie pregunta porque a nadie le interesa, peor todavía es cuando el politemático transportista llega a hacer observaciones acerca de tu patetica vida. Si, si, leyeron bien. No alcanza con tener una vida patetica, es necesario que un remisero te la remate. Sucede que el remisero en cuestión, cerró el viaje, que, entre paréntesis, creo iba a una velocidad lenta solo para hacerlo más largo y tener mayor oportunidad de explayarse en sus decalraciones, con la poco feliz frase :"... Y yo, que siempre que las traigo, pienso, siempre solas... " ¿¿¿Es absoltamente indispensable ese comentario??? ¿¿¿¿No es ya de por si patética la existencia de uno como para que se compadezca el remisero??? No alcanza el hecho de haber pasado el sábado soportando boludos que se te acercana a hablar de nada, que preguntan seis veces lo mismo porque no tienen más libreto que ese y la neurona alcoholizada no les da para más, aguantando gente que te atropella, que te empuja, que te pisa y todo para nada, luchando con todos por menos de un metro cuadrado para poder siquiera estar parado. Y aún soportando todo eso por propia elección, (porque seamos francos, nadie nos obliga a estar ahi) irse con el sabor del vacio, de la intrascendencia, que siempre nos acompaña, y concientes de lo desorientados que estamos en la vida, que no sabemos para donde disparar, y el señor nos remata la velada con una frase como esa. Como si el viaje incluyera cuchillos para cortarse las venas en la tarifa del pasaje!!!

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