lunes, 20 de octubre de 2008

Hoy que no es hoy


Hoy que no es hoy, jugue. Hoy que no es hoy, hable. Te mire de frente y te dije mi verdad. Busque el coraje de apostar, y lance mis cartas. Puse mi alma sobre el mantel, y espere ver tus manos queriendo agarrar lo que ofrecí. Desde donde no existí, saque la fuerza para no caer. Pensé y añoré cada detalle, busque el momento, mas nunca lo encontré. El me encontró, me puso de pie y me abofeteó. Me dijo "no podés seguir esperando el momento". El momento es este. Mejor, peor, bueno, malo, propicio o con garantías de tormenta, qué mas da? No hay garantías que el próximo lo supere, ni siquiera de que exista. Si los que pasaron ya se perdieron, lo único seguro que queda es el presente. Y ahí estuve. Y te tuve delante y dejé que todo lo que guardaba se hiciera visible. Y lo viste, y fue tuyo. O pudo serlo. Estuvo en tus manos, y no se si supiste aprovecharlo. Quizás fue tu turno de dejar que el miedo hablara. Lo vi en tus ojos, en tus manos. Supe cuanto había de cierto en tus palabras, pero mas profundo mire en tus ojos, y vi que mentías. O quise ver eso. Quizás mi peor miedo fue que fuera cierto.
Hoy que no es hoy, espero. Hoy que no es hoy, intento poco a poco ir matando la ilusión. Quiero entender, quiero conocer las reglas del juego, quiero saber si jugamos, a que jugamos y como jugamos. Y busco respuestas y encuentro silencios. Y la ansiedad me mata, me quita el sueño, el hambre, la paz. Busco la luz, esa que en algún tiempo supe segura, y atraviezo caminos que en otras oportunidades supe desconocidos. Y sigo buscando algo que ya no estoy segura de encontrar. Y me odio, por saberme responsable también de haber permitido que lo que no es, no sea; que lo que pudo ser, pretenda ser demasiado tarde. Y me torturo buscando explicaciones que no encuentro, y me odio por las que de pronto veo y considero inconsiderables.
Si tan solo hubiera tenido una sola certeza antes, quizás todo sería tan diferente.
Pero la noche es mala consejera, y hoy que no es hoy te pienso. Y quiero odiarte, convertir en bronca todo para poder dejarte libre. Pero me pesa, hoy que no es hoy, tu ausencia se hace presencia para torturarme desde la añoranza. Hoy que no es hoy, es un ayer detenido en el tiempo, que se niega a irse, que quiere quedarse, que desea mas que nada, y de una ves y para siempre, ser Hoy...


lunes, 13 de octubre de 2008

El principio del final

Hablar de finales es también hablar de principios. Necesariamente, siempre que algo se termina, da lugar a algo que empieza, aunque sea, como mínimo, una vida sin eso que acaba de terminar. Cuando se termina la secundaria por ejemplo, al mismo tiempo se empieza la vida de egresado, mas allá de que se empiece otro estudio, un trabajo o nada de eso. Cuando se termina una relación, se empieza un camino sin esa otra persona, mas allá de que se la reemplace por otra o no. Siempre que algo se acaba, algo comienza; por ello comienzo y final siempre son mutuamente implicados.
Para mi particularmente, los finales siempre han sido de alguna manera conflictivos. Siempre han encerrado una cuota de nostalgia por lo que se deja, una gran incertidumbre respecto a lo que comienza, y una eterna inseguridad acerca de los pasos que se están dando. Siempre fue así, y en todos los ámbitos de mi vida. Creo que se vincula con un gran apego por lo que este en cuestión, sean personas, lugares, hábitos; todo sigue el mismo camino.
Pero los finales, en especial, tienen un condimento específico, sobre todo en lo referido a personas. Los finales de un vínculo, son extraños, siguen caminos enmarañados, nunca son lineales y predecibles. Cada uno suele ser bastante particular. Los hay de aquellos que se acaban como cortados por el bisturí del cirujano mas experto, mientras que están aquellos que se van desgranando poco a poco, desperdigando sus migajas a lo largo del tiempo, aquellos que se rehúsan a ser finales, que se resisten a pasar a la historia. Son los que dejan huellas que se niegan a ser borradas por las olas, y que aunque pase el tiempo, vuelven a aparecer cuando baja la marea.
Todos sabemos cuando empieza una relación. Por lo menos lo intuimos, lo percibimos o reaccionamos por costumbre ante el protocolo rutinario de un comienzo: la atracción inicial, los llamados reiterados, los mensajes melosos, las citas rutinarias, el ceremonial de presentaciones, etc. Estamos acostumbrados a que las historias sigan cierta manera estandarizada en sus principios: conocimiento, acercamiento, etapa empalagosa, comienzo. A partir de ese momento, la historia puede darse, al menos retrospectivamente, como iniciada. Bien se sabe que uno no marca el punto de inicio en el inicio propiamente dicho, sino que uno lo determina a partir de que se comprueba que la relación prospera, omitiendo así a todas las historias que quedan “a punto de empezar” (cito aquí a todos los vínculos que no pasan del momento del acercamiento; como mucho, y exagerando, de la etapa empalagosa).
Una vez que el vínculo se da por iniciado, la historia simplemente transcurre, con sus etapas de gloria y también las de decadencias. Estas se dan por lo general, de maneras cíclicas y alternadas. De este modo, la relación se prolonga, de maneras, a veces (en el mejor de los casos) indeterminadas, pudiendo así dar lugar a las historias de aquellas, en que los enamorados envejecen juntos (el tradicional, y nunca bien ponderado “fueron felices y comieron perdices” aunque obviando las perdices, por cuestiones ecológicas). Sin embargo, estas historias no se dan en el 100% de los casos, ni al primer intento. En el resto de los casos, se llega a una etapa en la que el ciclo esplendor-decadencia se queda, de algún modo, trabado en la parte de la decadencia, volviéndose esta crónica. Es aquí donde comienza el final, aunque no siempre estemos dispuestos a asumirlo. Sin embargo, y a pesar de todo, el fatídico “hasta aquí llegamos, a partir de ahora, vos seguís tu camino, y yo el mío”, punto final, beso y adiós, llega indefectiblemente.
Y aquí el eterno tema de los finales, que también muchas veces se establecen en un punto anterior al momento critico del desenlace. En el desenlace uno recién entiende, a manera retrospectiva, que el final había comenzado mucho antes de ese día. Y es ahí cuando uno empieza a recapitular todas las cosas que poco a poco se enlazan en una cadena que cierra en su sentido, que lleva a uno a la conclusión de que ese final, era un final evidente. Nada más que en el camino, uno pretendió no ver las señales, apunto hacia otro lado para no ver lo evidente, simuló inconcientemente que nada de eso estaba pasando. Quizás por una manía inconciente de no querer renunciar a aquello que se tenia, por no asumir caer una vez mas en el fracaso, por el miedo a lo que sobrevendrá, a lo nuevo, al vacío; por no ver lo obvio, nada se pudo hacer al respecto, y ante los platos rotos, poco queda por hacer.
En fin, de cualquier manera, que los finales existen, existen. Y que son complicados, son complicados. Atribuyámosle la culpa a una u otra cosa, cada cual lo padece a su manera, (aunque hay quienes los festejan) y reacciona en consecuencia.
El primero de los casos es el de aquel que acepta con sumisión y lastimosa pena lo irremediable del destino. No importa lo que quiera, lo que sienta, o lo que le gustaría que pase; ante la ruptura, da media vuelta y entierra todo junto, anhelos y peluches polvorientos regalados por aniversarios, en un baúl al fondo de los recuerdos. Y los deja allí para siempre. Cuanto impulso de retorno le surge, lo reprime, y lo manda al baúl del fondo. Lo pasado es irremediable e irreconstruible. No hay chance de pretender mas nada, ni siquiera en el propio pensamiento, mucho menos de tomar cartas en el asunto y hacer algo por revertirlo.
Otro caso diferente es el de aquel que no acepta el final, sobre todo cuando llego casi por imposición del otro, que por ser portador de más coraje o estar más harto, toma las riendas y determina de una vez por todas el final de la historia. O en todo caso, simplemente y sin mas, se va, con o sin explicación mediante. Es esto lo que hace que el dejado padezca una suerte de ansia de revancha, y lo lleva a pretender volver, aunque más no sea, para ser él quién de el portazo de salida. Es una cuestión casi de ego herido (aquí la opinión de un psicólogo estaría muy a tiempo) y el retorno es casi un “segundo tiempo en el ring de boxeo”. Solo se vuelve para ser el que grita mas fuerte y se queda con la última palabra. Y es solo ahí, cuando se asume que el final fue dado por uno, y no es una imposición, cuando se puede dar la historia por terminada. No antes, ya que permanece como una “cuasi relación”, pendiente de ser dotada de un desenlace certero.
Por otra parte están aquellos que terminan pero no terminan. Se pelean, se gritan, se arrojan cosas por la cabeza, y finalmente se separan. Sin embargo, y a pesar de todo esto, al cabo de un tiempo, se vuelven a contactar. Pero a esta altura de las vidas, cada uno tiene su historia ya reconstruida, por lo que el reencuentro se da en la mas secreta clandestinidad. Eternos amantes ocultos, viven pendientes de horarios de terceros, y permanecen con sus reuniones esporádicas por el tiempo que sea, hasta un día en que se hace imposible el escape, y los encuentros fugaces dejan de tener lugar. Esta clase de final, no es en realidad un final, sino mas bien, un “cambio de estado”. Como si se hirviera un cubito, la relación pasa de sólida a gaseosa.
También está el arrepentido, el que tras un tiempo de separación cae en la cuenta de que pretende seguir con aquello que dejo. Entonces vuelve a la carga, retoma las armas y se lanza a la batalla por aquello que fue suyo. Nada mas que no cuenta con el hecho de que el mundo ha seguido girando, y no hay nada dado por seguro que le garantice poder lograr su cometido. Es decir que el “prospecto de recuperado” puede que ya este en otra historia complicando de esta manera las intenciones del “arrepentido”. Sin embargo, nadie es de piedra, y de no mediar antiguos rencores que lo impidan, es muy probable que se vuelva factible algún encuentro como mínimo. Aquello de “donde hubo fuego, cenizas quedan” resulta más que atinado en este caso. Solo resta ver que tantas cenizas quedaron y que es lo que se puede hacer con ellas. De cualquier manera, este final, es mas bien un “punto suspensivo” a largo plazo.
Por ultimo, y cercano a este último tipo, son las parejas que se separan de mutuo acuerdo, se despiden con una sonrisa, rearman sus vidas cada uno por su camino, forman nuevas parejas, y se invitan mutuamente a sus casamientos. Solo falta agregar que los nuevos concubinos aceptan y se hacen amigos de los ex de sus propios esposos y les dan a sus hijos como ahijados. Con todo esto, se suben a la nave espacial y vacacionan en las playas de Marte...
Sin duda que hay aquellas relaciones que se terminan de maneras mas sencillas, pero creo que si se desligan tan fácilmente, bien valdría preguntar que clase de relación fue la que existió. Nada que haya sido trascendente para uno, por mas maduro que se sea, se concluye fácilmente.
Esta pequeña clasificación no pretende ser exhaustiva, sino que solo intenta demostrar las variedades de final que pueden darse. Un final es tan particular como un principio, esta abierto a la creatividad de los intervinentes y se nutre de las particularidades de cada uno. Además, no olvidemos que, tanto en el amor como en la guerra, todo vale...

P.D.: Perdón, perdón, perdón por la extensión! (Posteo originalmente pensado para otro medio!!! )

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domingo, 5 de octubre de 2008

La suma de las cosas


Qué difícil que resulta separar los impulsos inconcientes de las acciones que uno lleva a cabo. Qué difícil no actuar en pos de aquello que, imaginamos, pasará después. Cada paso que doy esta guiado por un imaginario de supuestos a futuro, que a mi pensar, se desencaenaran momentos, horas, días, después. Cómo no imaginar los pasos que seguiran, que me llevaran a donde espero? Cómo si fuera que existe una clase de receta imposible de desafiar, cómo si una cadena irrompible de causas-consecuencias guiara los sucesos. Como si fuera imposible que uno mas uno no sea dos.
Y sin embargo, cuando todo parece establecido, seguro, garantizado, la realidad nos da la nariz contra el vidrio. Nos despierta de un solo saque, y nos hace ver que no todas las cuentas son exactas; que no siempre, sumando llegamos a incrementar el resultado. A veces, por más que sumemos, el resultado no cambia. O incluso resta...
Entonces me interrogo a mi misma acerca de la veracidad de eso que consideraba como "realidad". Qué tanto de realidad había y cuánto de mi propia imaginación. Cuanto de todo eso que pense contaba como "piso" desde el cual partir, era cierto y cuánto era una simple ficción de mi cabeza. Quizás ahí este la razón de que el uno más uno siga siendo uno. Por ahí, la suma era cero mas uno...
A partir de eso, vuelvo sobre mis pasos tratando de identificar todas las señales de las que me valí a la hora de contar con una base, y me doy cuenta, que todavia (ojo, no se ilusionen, no es seguro que sea para siempre), loca no estoy. Que realmente, algo existió, que la ilusión no fue mera creación mía. Mi ecuación mental, mi suma imaginaria, al menos vio un "uno" que andaba por ahi dando vueltas. Al margen de mi manía interpretativa de inclinar todas las interpretaciones de los significados para apoyar mis teorías, hay que reconocer que la realidad no fue toda imaginación mia. Algun sustento tuvo. Tan imaginativa, paranóica y fantasiosa no soy.
Entonces, si ya ratifiqué que habia un "uno" al que sumarle, vuelvo a mi intriga inicial. acerca del por qué al sumarle, no llegué al resultado esperado. Por qué yo, las sumas de "uno mas uno", nunca logro que me den dos.
Quizás el punto este en las cosas que no veo. O que intento no ver. O que simulo no ver... y quizás esa sea la explicación de todo lo inexplicable. Probablemente sea tiempo de ver que entre el "uno" que arranca y el "uno" que suma, hay un "uno" que resta, que no estoy viendo, que no estoy asumiendo que veo, o que estoy pretendiendo no ver. Lo malo, es que eso que no "veo", se hace ver aún sin verse. Como la escena de Sexto sentido, en la que pretende abrir un ropero sin ver la traba que se lo impide, yo pretendo "abrir roperos" sin ver los impedimentos que frenan los avances. Posiblemente sea tiempo de empezar a asumir lo que busco ignorar...