martes, 24 de noviembre de 2009

El viajar es un placer

Cualquier ciudadano que se precie de tal, en algún momento de su vida se ha constituido como usuario del transporte público de pasajeros, alias “el colectivo”. Este espacio común, compartido de manera ocasional por los diferentes conciudadanos, en más de una oportunidad guarda mas parentesco con el infierno que con el cielo. Al margen de los reiterados aumentos, las frecuencias irregulares de coches, la velocidad voluntaria impuesta por el conductor, de acuerdo a su propio cronograma e ignorando nuestro potencial apuro (o viceversa), la convivencia entre humanos en su interior a veces se complica.

A lo largo de la serie que sigue, atravesaremos distintas variedades horarias con su correspondientes caracterizaciones. Seguramente vos has padecido, al menos, a una.



El de las 7.15

Amanece en la ciudad, según la época del año, un poco antes, a veces un poco después. Con los primeros rayos de la mañana, abordamos el primer ejemplar de nuestro recorrido. El colectivo de las 7.15 hs se caracteriza por ser el que da inicio a la jornada laboral/escolar de más de uno. Es por eso que la mayor dicha del mundo en el caso de abordarlo, es que este suceso se de en las cercanías del comienzo de su camino. Caso contrario, puede volverse una absoluta aventura. En el caso de que tengamos la dicha de que la punta de línea del ómnibus que nos llevará a nuestro destino se localice cerca de nuestra morada, podemos lograr obtener incluso un asiento. Recomendación número 1: de poder elegir, siempre, pero siempre, hacelo en la parte posterior, lo más cercano a la puerta del fondo, lo cual te garantizará un rápido y efectivo descenso. De lo contrario, puede suceder que, además de verte obligado moralmente a ceder el asiento a la primer anciana, o madre de menores, o futura madre (que siempre suben en momentos poco recomendables); se hará prácticamente imposible el recorrer el pasillo en un transcurso menor a unas varias cuadras.

Seguimos con nuestro camino, ya estamos arriba del transporte, situados en un asiento prácticamente digno. Y empieza la aventura. Si, la aventura de llegar a tiempo, de llegar entero, y de llegar en perfecto estado psicológico. Porque además de parar en absolutamente todas las paradas, hasta colmar su capacidad (después dejará dibujados a los potenciales pasajeros , quienes transmitirán sus inaudibles, pero manifiestos improperios hacia el conductor desde su posición estática de la vereda), la subsistencia en el mismo puede volverse todo un desafío. En primer lugar, el insoportable amuchamiento ya es de por si un dato poco soportable. Entre las tiernas criaturas escolares que atraviesan absolutamente todo el pasillo con sus poco adaptada mochila, y las señoras mayores, que pretenden como todos lograr pasar, pero cuya característica es la de dirigirse a los menores haciendo alarde de su avanzada edad y correspondiente autoridad al grito de

“- Neneeeee! Por qué no te sacas esa mochila?! No ves que estorbas el pasooooo? ” (todo esto en una voz absolutamente chillona, potenciada por la intolerancia acústica que uno suele tener a esas horas de la mañana) a lo que el aludido por la interpelación responderá con un leve de giro de cabeza, que arrastrará a su paso a todo cuanto esté cerca de su “coraza” y entre sus ojos aún lagañosos, su poco entendimiento, y su carencia de argumentos para responder, limitará su respuesta a un simple enfoque seguido por una ignorancia que irritará aún más a la señora, la cual pasará entre todos, inclusive los “sin mochilas”, refunfuñando y quejándose de “la malacrianza de esta juventud”.

Además de estos chiquillos caparazonados, se debe sumar al ecosistema colectivo matutino a los señores trabajadores, quienes se dirigen a su ámbito laboral portando un bolso de pertenencias, que, con mayor coherencia que los infantes, sitúan en el suelo, entre sus piernas. Pero, “Oh sorpresa”, la longitud del mismo excede al talle de calzado de su portador, es decir, parte del bolso se prolonga en el pasillo, constituyéndose de esta manera en una absoluta carrera de obstáculos para el caminante no advertido, el cual se encontrará en mas de una ocasión al borde de saludar el suelo con la nariz o bien, avanzará a brincos a lo largo del espacio.

Al margen de todo esto, la cercanía obligatoria entre todos los presentes, incrementa la percepción sensorial, tanto táctil, como olfativa. Y sobre este aspecto, no hace falta que me explaye, no? Dejo a tu criterio la imaginación para saber a que me refiero.

¿Hay algo peor que el colectivo a la mañana?

domingo, 22 de noviembre de 2009

Vida de oficinista

Después de mucho tiempo pretendiendo trabajar sentada en un oficina, haciendo nada, y cobrar por ello, finalmente hoy puedo decir que lo logre. Entre tanto ir y venir, consegui un lugarcito, que no tiene nada que ver con mi carrera, pero que al menos representa unos pesitos a fin de mes (que nunca vienen mal). Estoy entre estas 4 paredes desde las 7 y media (horario que cumpli solo un día, sepan comprender, soy pseudo municipal) hasta la 1. En realidad hasta la 1 menos 10, horario en que todo el personal se reune en el hall de entrada, a mirar para afuera, cual vacas encerradas, alternando la vista entre el mundo exterior y el reloj que los retiene (hasta la 1 en punto no pueden salir). Nosotras (que somos 4 en total) podriamos irnos sin esperar estrictamente al reloj, pero a menos que nos lo digan expresamente, todavia nos da un poco de respeto (todavia, ya superaremos esa parte). Lo peor de esto es que cuando me postulé al puesto, figuraba el horario de 9 a 15, como para dormir aunque sea un poquito. Cuando me avisaron que había quedado, me informaron que el horario iba a ser de 8 a 14 (un poquito garrón). Al día siguiente (primer día de trabajo) a la una nos dijeron que el día se terminaba en ese momento. Y eso no es lo malo, sino lo que vino a continuación: mañana vengan 7 y media. Frase mas horrorosa que esa, no puede existir. Un día lo cumplimos, pero en eso supimos que en el registro decía que podíamos ingresar entre las 7 y media y las 8. Razón de más para no llegar antes de las 8 menos cuarto. El trabajo es por demás de tranquilo. Tenemos que hacer entrevistas a beneficiarios de planes sociales. En total son cerca de 3000 y nosotras 4 en 2 oficinas. Sin embargo, por día vienen entre 8 y 20 personas por oficina, es decir que cada una atiende entre 4 y 10 personas en toda la mañana. En 5 horas, 4 personas en total, logicamente nos deja muuuucho tiempo libre. Tras recorrer todos los temas posibles de conversación, y gracias al destino que dejo en nuestras manos una PC con Internet (gracias Diosssssssssss) nos dedicamos a recorrer páginas diversas, revisar cuentas de correo, chatear por web (porque msn no tenemos), mirar videos, y todo lo que se nos va ocurriendo. Creo que van a ser los meses mas cultos de mi vida, no por el trabajo que desempeñe, sino por la cantidad de libros que voy a leer en el transcurso. En fin, soy oficinista, y como tal, estoy bien al....






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