lunes, 6 de junio de 2011

Espera... maldita espera...

Que las esperas son un garron, no es ninguna novedad. Que nos pasamos media vida esperando, tampoco. Uno no suele caer en cuenta de que va saltando de espera en espera a lo largo de los años. Las hay triviales (que llegue el verano, que crezca el pelo, que llegue el fin de semana, etc) y las hay algo un poco más trascendentes (la fecha para rendir el último exámen, el contrato para el laburo que queremos, la independencia, etc). En el medio se ubican las que son lisa y llanamente una huevada, pero que creemos que son la clave del universo (la lista seria interminable, y seguramente tendría un pico en los años de la adolescencia, cuando un llamado o un mensaje podían mutar el día).
En fin, el punto es que vez tras vez vamos topándonos con situaciones que nos tienen en vilo, pendientes de una llamada o un mail, y creo que cada vez más revisten una crueldad propia de su esencia de "espera"... por ser espera ya trae en el combo ansiedad, y la mezcla (que nunca es buena) es una bomba de malestares estomacales, insomnio, depresión y otras yerbas. Ninguna es simple, y la sola referencia a "alguna novedad?" sobre el tema, nos retuerce el espíritu al comprobar que no tenemos ninguna, aunque esto sea "lo normal" en esas circunstancias (por ejemplo cuando solo pasaron pocos días de donde comenzo la espera). Nota: la espera comienza inmediatamente a continuación del anuncio de aquello que podemos esperar. No hay lapsos prudenciales. Al dar enter al "enviar" del correo, ya esperamos la respuesta. Al cruzar la puerta de salida de la entrevista esperamos la llamada para que volvamos, no importa que quede una semana de candidatos más. Y acá solo hablamos de esperas inciertas. Ni hablar si conocemos la fecha, como por ejemplo del exámen final, o el día del viaje, o la mudanza. La asiedad es inversamente proporcional a la distancia del día en cuestión, se incrementa cuando el lapso se disminuye.
De cualquier manera, las esperas mas insidiosas son aquellas atadas a un supuesto, a algo que suponemos que será así, aún sin confirmación absoluta, pero en las que las condiciones están dadas en un porcentaje bastante alto. Estas son las que más ponen en jaque a nuestro intelecto, haciendonos revisar una y otra vez cada señal (real y metafísica, en el mayor de los sentidos, interpretando inclusive desapariciones de links y puntos y comas de mails) llevándonos a la psicosis mas descontrolada si se lo permitimos.
En medio de todo eso, uno espera... espera... y espera... Los días parecen meses. La ansiedad se multiplica y con los días hace perder noción de la realidad. Qué es de verdad y qué es producto de nuestras hipótesis, es el gran punto de la intriga.
Y como leí en alguna parte, alguna vez, la mejor manera de esperar (y no desesperar) es hacer algo en el tiempo que nos sobra... y aquí estoy entonces.