lunes, 28 de diciembre de 2009

El viajar es un placer IV

El de las 5.30

Este colectivo es muy parecido al del mediodía. Su rasgo diferencial es el que determina la edad de las criaturas. Por lo general menores a los independientes, suelen subir acompañados de su padre, madre o tutor. El mismo suele llevar a cargo a más de una criatura, por lo que sus nervios se crispan al no poder controlar a todos a la vez, y trata, a veces infructuosamente, de mantenerlos a su lado, y lo más controlados posible, a través de alaridos desaforados.
“- Juanciiiiiiiiito! Vení para acá, dejá ese bolso que no es tuyo! Dejá eso ahí te dije! Ah...cuando lleguemos a casa vas a ver con tu padre!!! Vení para acá te digo!...
y así prosigue, hasta que rota de destinatario:
“- Melani, sentate ahí vos. No, no, no saques la mano por la ventana.... No, dejá la señora tranquila....Juancitoooooo! Vení acá te dije!...
De esta manera, el viaje puede transcurrir de una forma inacabable, por horas que parecen milenios.
Además de los chicos ya descriptos en otra ocasión, portando sus horribles “mochilas carritos” que estorban aún mas que las normales, sus gritos, y los de sus “adultos-a-cargo” que tratan de sosegarlos, exaltándolos aún mas, hay que tener en cuenta un dato para nada menor que caracteriza a este horario del día, y que se hace extensivo a unas horas mas adelante. Empieza a caer el sol, a acabarse el día, y lógicamente, los más querubines empiezan a hacer notar su cansancio. Uno que también está cansado, en una parte comparte su sentimiento, pero no lo exterioriza, porque se ubica en el contexto. El benjamín no. Si hay algo que un chico no posee es sentido de la ubicación. Menos que nada cuando está cansado. Menos aún cuando está en plan de demanda ante un adulto poco impuesto en su rol de adulto. Es en estas circunstancias cuando al cansancio que trae uno de por si, se le suman, además del ambiente vespertino del colectivo, los alaridos exageradamente desaforados de un infante desconsolado y maleducado que no se conforma con demandar a viva voz sus caprichos, sino que lo hace cuerpo a través de pataleos y zarandeos, en el mejor de los casos, dentro del habitáculo demarcado por su asiento y el que se sitúa delante. Dentro de esas circunstancias, el pequeño erige sus demandas:
“- Bajemos acaaaaaaaaaaaaaaa! (acompañado de una “A” extremadamente prolongada y desaforada)
- Pero no Brian, no podemos bajar acá (dice en un susurro el cuasi-adulto)
- bajemos acaaaaaaaaaaaaaaaaa (prosigue el de mayor autoridad, o sea, el prospecto de hijo)
- pero no, no se puede, mirá, vamos allá y te compro un helado, querés? ( intenta sobornar el de mayor edad)
- nooooooooooooooo!!!! Quiero bajarme acaaaaaaaaaaaaa!!!!
Y así los gritos pueden proseguir durante eternos momentos que nunca llegaran a su fin, a menos que las demandas del pequeño dictador sean satisfechas, o en su defecto, que el destino pautado por el padre llegue antes.

¿y vos de dónde te querés bajar?

martes, 15 de diciembre de 2009

El viajar es un placer III

El del mediodía

Este transporte, es el mas parecido al infierno. Lleno de escolares que salen de la escuela, exaltados por la euforia contenida a lo largo de toda la mañana, y armados por el peor invento de la humanidad: los celulares con parlantes. Estos atosigan tus oídos apesadumbrados con un mix de gritos agudos, alternados con una mezcla de cumbia y reggaeton, propiciadas en una escalada sonora en busca de superar a la propuesta por otro, sin pensar siquiera que nadie en el universo pretende compartir sus gustos musicales. Además de la contaminación sonora, las criaturas, se ubican de manera intermitente en todos lados. Un poco aquí, después ven a otro compañero allá y allá se dirigen, y van y vuelven, retozando por el pasillo, cual jardín o plaza, seguidos de cerca obviamente por su inoperable coraza, alias “mochila”, la cual, lógicamente, arrastra todo a su paso. Si, a vos inclusive. Y vos, que seguramente no estás allí por placer, padecés estos flagelos durante todo el viaje, porque si pensaste que en algún momento se van a bajar y con eso acaba la tortura, estás muy equivocado porque el fenómeno de la rotación se hará cargo de llenar el vacío. Tanto porque a lo largo del viaje diferentes escuelas hacen su aporte de niños desobligados, así como también por el hecho de que cuanto más el mediodía se acerca a la una de la tarde, mas se acerca la hora del ingreso al “turno tarde”. Así que si en una de esas cosas milagrosas, lograste evadir la infanto-marea de salida, no te alegres, la próxima esta en camino. Lo más probable es que empiece a subir en la próxima esquina.


¿Y a vos que es lo que mas te exalta de todo esto?

domingo, 6 de diciembre de 2009

El viajar es un placer II

El de las 9.10

El colectivo de las 9.10 hs, no padece la sobreabundancia de usuarios, ni las mochilas gigantes de los escolares, ni los bolsos laborales, ni las señoras que se quejan. Su rasgo característico es la cotidianeidad. Dada la práctica escasez de pasajeros, que por lo general no llegan a saturar el pasillo, se produce un contacto mucho más “personal” por decirlo de algún modo, entre los asiduos ocupantes del mismo, y el chofer de todos los días. Uno que sube todos los días, a la misma hora y en el mismo lugar, empieza a tomar conocimiento de ciertas rutinas. Situado desde un lugar estratégico, las actitudes de cotidianeidad se hacen evidentes a nuestros ojos. En ese horario, pocos van a trabajar, pero no por eso escasean los que siguen esa hora por alguna rutina. Siempre esta la chica que va al gimnasio, la señora que va al supermercado, alguna que otra abuela que va a cuidar a su nieto, y alguna que otra “chica de local de ropa”, enfundada en la mas moderna (y fuera de hora) vestimenta, que sube y con su tono mas nasal saluda al chofer. Ese chofer, que de tan rutinario y aburrido, siempre tiene algo que comentar. Ya sea el buen clima, el mal clima, alguna indagación ocasional sobre un tema X, la política, los piquetes, o lo que sea. Su objetivo es entablar un diálogo, mal que sea, durante el escueto tiempo que tarda la máquina en expender el boleto. Y pobre de vos, que te volviste usuario asiduo de ese móvil, y llegó a considerarte “su” cliente, porque, sin importar tu carencia de humor para entablar diálogos infructuosos, lejos de tu falta de interés en constituirte en su amigo real, y sin hacer caso a tu reiterada frase:
“- la máquina dice el precio interurbano”
él insiste:
“- lindo día hoy, no? Ni ganas de trabajar eh?”
a lo que vas a responder, hasta el hartazgo:
“- si, si, sigue diciendo el precio incorrecto”
Este diálogo se prolongará, mínimamente hasta que note tu cara de desagrado ante su improvisada conversación.
Pero bueno, al margen de esto, lo bueno de este horario es que no se presentan mayores inconvenientes a lo largo de tu viaje. Una cuadra antes de donde querés descender, te dirigís a la puerta (para evitar una segunda tanda de diálogo involuntario), tocás el timbre, y fin de la historia.

¿Cuál es tu mejor estrategia para evadir conversaciones indeseadas?

martes, 24 de noviembre de 2009

El viajar es un placer

Cualquier ciudadano que se precie de tal, en algún momento de su vida se ha constituido como usuario del transporte público de pasajeros, alias “el colectivo”. Este espacio común, compartido de manera ocasional por los diferentes conciudadanos, en más de una oportunidad guarda mas parentesco con el infierno que con el cielo. Al margen de los reiterados aumentos, las frecuencias irregulares de coches, la velocidad voluntaria impuesta por el conductor, de acuerdo a su propio cronograma e ignorando nuestro potencial apuro (o viceversa), la convivencia entre humanos en su interior a veces se complica.

A lo largo de la serie que sigue, atravesaremos distintas variedades horarias con su correspondientes caracterizaciones. Seguramente vos has padecido, al menos, a una.



El de las 7.15

Amanece en la ciudad, según la época del año, un poco antes, a veces un poco después. Con los primeros rayos de la mañana, abordamos el primer ejemplar de nuestro recorrido. El colectivo de las 7.15 hs se caracteriza por ser el que da inicio a la jornada laboral/escolar de más de uno. Es por eso que la mayor dicha del mundo en el caso de abordarlo, es que este suceso se de en las cercanías del comienzo de su camino. Caso contrario, puede volverse una absoluta aventura. En el caso de que tengamos la dicha de que la punta de línea del ómnibus que nos llevará a nuestro destino se localice cerca de nuestra morada, podemos lograr obtener incluso un asiento. Recomendación número 1: de poder elegir, siempre, pero siempre, hacelo en la parte posterior, lo más cercano a la puerta del fondo, lo cual te garantizará un rápido y efectivo descenso. De lo contrario, puede suceder que, además de verte obligado moralmente a ceder el asiento a la primer anciana, o madre de menores, o futura madre (que siempre suben en momentos poco recomendables); se hará prácticamente imposible el recorrer el pasillo en un transcurso menor a unas varias cuadras.

Seguimos con nuestro camino, ya estamos arriba del transporte, situados en un asiento prácticamente digno. Y empieza la aventura. Si, la aventura de llegar a tiempo, de llegar entero, y de llegar en perfecto estado psicológico. Porque además de parar en absolutamente todas las paradas, hasta colmar su capacidad (después dejará dibujados a los potenciales pasajeros , quienes transmitirán sus inaudibles, pero manifiestos improperios hacia el conductor desde su posición estática de la vereda), la subsistencia en el mismo puede volverse todo un desafío. En primer lugar, el insoportable amuchamiento ya es de por si un dato poco soportable. Entre las tiernas criaturas escolares que atraviesan absolutamente todo el pasillo con sus poco adaptada mochila, y las señoras mayores, que pretenden como todos lograr pasar, pero cuya característica es la de dirigirse a los menores haciendo alarde de su avanzada edad y correspondiente autoridad al grito de

“- Neneeeee! Por qué no te sacas esa mochila?! No ves que estorbas el pasooooo? ” (todo esto en una voz absolutamente chillona, potenciada por la intolerancia acústica que uno suele tener a esas horas de la mañana) a lo que el aludido por la interpelación responderá con un leve de giro de cabeza, que arrastrará a su paso a todo cuanto esté cerca de su “coraza” y entre sus ojos aún lagañosos, su poco entendimiento, y su carencia de argumentos para responder, limitará su respuesta a un simple enfoque seguido por una ignorancia que irritará aún más a la señora, la cual pasará entre todos, inclusive los “sin mochilas”, refunfuñando y quejándose de “la malacrianza de esta juventud”.

Además de estos chiquillos caparazonados, se debe sumar al ecosistema colectivo matutino a los señores trabajadores, quienes se dirigen a su ámbito laboral portando un bolso de pertenencias, que, con mayor coherencia que los infantes, sitúan en el suelo, entre sus piernas. Pero, “Oh sorpresa”, la longitud del mismo excede al talle de calzado de su portador, es decir, parte del bolso se prolonga en el pasillo, constituyéndose de esta manera en una absoluta carrera de obstáculos para el caminante no advertido, el cual se encontrará en mas de una ocasión al borde de saludar el suelo con la nariz o bien, avanzará a brincos a lo largo del espacio.

Al margen de todo esto, la cercanía obligatoria entre todos los presentes, incrementa la percepción sensorial, tanto táctil, como olfativa. Y sobre este aspecto, no hace falta que me explaye, no? Dejo a tu criterio la imaginación para saber a que me refiero.

¿Hay algo peor que el colectivo a la mañana?

domingo, 22 de noviembre de 2009

Vida de oficinista

Después de mucho tiempo pretendiendo trabajar sentada en un oficina, haciendo nada, y cobrar por ello, finalmente hoy puedo decir que lo logre. Entre tanto ir y venir, consegui un lugarcito, que no tiene nada que ver con mi carrera, pero que al menos representa unos pesitos a fin de mes (que nunca vienen mal). Estoy entre estas 4 paredes desde las 7 y media (horario que cumpli solo un día, sepan comprender, soy pseudo municipal) hasta la 1. En realidad hasta la 1 menos 10, horario en que todo el personal se reune en el hall de entrada, a mirar para afuera, cual vacas encerradas, alternando la vista entre el mundo exterior y el reloj que los retiene (hasta la 1 en punto no pueden salir). Nosotras (que somos 4 en total) podriamos irnos sin esperar estrictamente al reloj, pero a menos que nos lo digan expresamente, todavia nos da un poco de respeto (todavia, ya superaremos esa parte). Lo peor de esto es que cuando me postulé al puesto, figuraba el horario de 9 a 15, como para dormir aunque sea un poquito. Cuando me avisaron que había quedado, me informaron que el horario iba a ser de 8 a 14 (un poquito garrón). Al día siguiente (primer día de trabajo) a la una nos dijeron que el día se terminaba en ese momento. Y eso no es lo malo, sino lo que vino a continuación: mañana vengan 7 y media. Frase mas horrorosa que esa, no puede existir. Un día lo cumplimos, pero en eso supimos que en el registro decía que podíamos ingresar entre las 7 y media y las 8. Razón de más para no llegar antes de las 8 menos cuarto. El trabajo es por demás de tranquilo. Tenemos que hacer entrevistas a beneficiarios de planes sociales. En total son cerca de 3000 y nosotras 4 en 2 oficinas. Sin embargo, por día vienen entre 8 y 20 personas por oficina, es decir que cada una atiende entre 4 y 10 personas en toda la mañana. En 5 horas, 4 personas en total, logicamente nos deja muuuucho tiempo libre. Tras recorrer todos los temas posibles de conversación, y gracias al destino que dejo en nuestras manos una PC con Internet (gracias Diosssssssssss) nos dedicamos a recorrer páginas diversas, revisar cuentas de correo, chatear por web (porque msn no tenemos), mirar videos, y todo lo que se nos va ocurriendo. Creo que van a ser los meses mas cultos de mi vida, no por el trabajo que desempeñe, sino por la cantidad de libros que voy a leer en el transcurso. En fin, soy oficinista, y como tal, estoy bien al....






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jueves, 28 de mayo de 2009

Nube de fotos

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jueves, 29 de enero de 2009

Transcurso

11.30. Mediodía. El sol rajante nos despide del mar. El micro que debíamos abordar hace mas de una hora, se digna de aparecer. Subimos los bolsos y el retorno comienza. Para ser sincera no me desvela el dejar esa ciudad. Me llevo los buenos recuerdos que vine a buscar. Más seria en vano, una vida me espera en mi lugar. Un camino que promete comenzar, que anuncia una página en blanco para empezar a escribir. Muchas expectativas, por ahora, la inmediata de llegar a destino pronto.
El bullicio de la ciudad, el caos del transito, poco a poco comienzan a mermar. El sonido se vuelve poco a poco silencio. Camino, ruta, silencio, destino. En medio de la nada, todo es muy similar. Nada y mas nada. Vacío. Paisajes que se reiteran. Dudas, desafíos, pensamientos. El paisaje de mi mente se vuelve mas poblado. Lleno de palabras que dije, que diré, que espero decir. Esperanzas del reencuentro, añoranzas de lo que deje cuando partí. Impulso de lo que pretendo a partir del desembarco. Saberte allá, saberme en camino.
Oscuridad, tus brazos que me rodean. Fue larga la distancia. La fugacidad del instante que nos separó se hace incontable. Mas finalmente esa distancia se volvió un recuerdo. Un recuerdo que poco a poco se hace mas inexistente. Duración efímera, fugaz, de aquello que en su transcurso fuera inmenso y que en su recuerdo es cada vez mas imperceptible. Como si nunca hubiera ocurrido. Hablamos de manera interminable. Tus palabras se deslizan en la inmensidad de las sombras. No hay luz que nos interrumpa. Tus confesiones, mis miedos, nuestras controversias. Filosofamos, deliberamos, analizamos. Palabras, palabras, palabras. Cuanto importa en realidad? Las presencias son mas autenticas que los supuestos. Todo es circunstancial excepto aquello que es presente.
Por mi ventana mas campo. Un árbol que se multiplica en un bosque cada tanto rompe la monotonía de la nada. Lejos quedaron los seductores médanos que en algún paraje supieron acompañarnos, que nos invitaban a imaginar aventuras. Aquellas montañas de arena, que se me hacían en travesías interminables. El contraste entre el viaje de turista acomodado y el de mochilero aventurero. Pensar en el hecho de atravesar parajes que invitan a la aventura mirándolos desde la ventana de un micro que me lleva de un destino a otro, uno mas acomodado que el otro. Del hotel a la Terminal, de la Terminal a destino, y de ahí el camino inverso. Todo es monotonía, previsibiliad. Todo pautado, horas calculadas, partidas, regresos, horarios y mas horarios. Correr como en época de obligaciones por el mísero hecho de no poder dejar de atarnos a las obligaciones de vacacionar, prendidas de manera insalvable al mando tiránico del reloj. Cansancio del descanso.
La pava que anuncia el hervor del agua. Por poco los mates serán insalvables. Te invito a que te hagas cargo del arte de cebar. Horas que pasan sin que notemos su transcurso. Se deslizan en nuestro tiempo. Nuestra relación con el tiempo siempre fue un poco extraña. Nunca lo respetamos ni nos respeto. Siempre transcurrió de manera caprichosa. Hoy una hora es 20 minutos, mañana, 6 horas. No existen parámetros, pautas, cronometrías. Al cabo de que pasa percibimos que pasó, mas no sabemos con exactitud de cuanto es que estamos hablando. Mi atención de a ratos se fuga, de manera incontrolable. Estoy pero no estoy y no se donde estoy en realidad. Solo se que me reconforta la idea de que al menos en esos instantes de fugaz (in)conciencia estoy acá, ahí, con vos. Real o no, la arquitectónica imaginación que me anunció nuestro reencuentro no dejo vacío ni fisura que me haga dudar de su veracidad. Estás, se que estás.
Siguen pasando las horas, el sol pasa por mucho los limites de lo deseado. Calor que se incrementa cada vez mas y mas. Lejos quedó ya el parador en el que comimos. Reanudamos trayecto. Ansiedad, minutos que se hacen eternos. Distancias que parecen insalvables. Instantes de inconciencia que parecen no existir y que me adelantan parajes de mi mente que espera con impaciencia. Y te veo. Y estas ahí. En medio de la nada, de la multitud, en el vacío del oasis que se crea alrededor tuyo, que te separa de las multitudes. Hay un mundo que se desvanece en tu entorno. Y estas ahí. No hay mundo, no hay nada. Ni gente, ni espacio, ni tiempo. Estas ahí y yo a pasos de vos. A segundos del abrazo interminable que borrará el tiempo transcurrido. Vos estas. Yo estoy. El tiempo deja de estar.
De repente un sonido que me trae de nuevo a la realidad. Que hora es? pregunto desubicada. Giro, flojeo, abro los ojos que se empeñan en volver a cerrarse. Estoy, no estoy, estamos, espacios de tiempo que se esfuman. Inconsistencia del relato del intervalo que fue. Irrealidad de lo deseado. Esperanza de que esta sea la alternativa real frente a la posibilidad de la imaginaria. “No me dejes dormir, que vuelvo al micro en el que soñaba que estaba acá... "