jueves, 29 de enero de 2009

Transcurso

11.30. Mediodía. El sol rajante nos despide del mar. El micro que debíamos abordar hace mas de una hora, se digna de aparecer. Subimos los bolsos y el retorno comienza. Para ser sincera no me desvela el dejar esa ciudad. Me llevo los buenos recuerdos que vine a buscar. Más seria en vano, una vida me espera en mi lugar. Un camino que promete comenzar, que anuncia una página en blanco para empezar a escribir. Muchas expectativas, por ahora, la inmediata de llegar a destino pronto.
El bullicio de la ciudad, el caos del transito, poco a poco comienzan a mermar. El sonido se vuelve poco a poco silencio. Camino, ruta, silencio, destino. En medio de la nada, todo es muy similar. Nada y mas nada. Vacío. Paisajes que se reiteran. Dudas, desafíos, pensamientos. El paisaje de mi mente se vuelve mas poblado. Lleno de palabras que dije, que diré, que espero decir. Esperanzas del reencuentro, añoranzas de lo que deje cuando partí. Impulso de lo que pretendo a partir del desembarco. Saberte allá, saberme en camino.
Oscuridad, tus brazos que me rodean. Fue larga la distancia. La fugacidad del instante que nos separó se hace incontable. Mas finalmente esa distancia se volvió un recuerdo. Un recuerdo que poco a poco se hace mas inexistente. Duración efímera, fugaz, de aquello que en su transcurso fuera inmenso y que en su recuerdo es cada vez mas imperceptible. Como si nunca hubiera ocurrido. Hablamos de manera interminable. Tus palabras se deslizan en la inmensidad de las sombras. No hay luz que nos interrumpa. Tus confesiones, mis miedos, nuestras controversias. Filosofamos, deliberamos, analizamos. Palabras, palabras, palabras. Cuanto importa en realidad? Las presencias son mas autenticas que los supuestos. Todo es circunstancial excepto aquello que es presente.
Por mi ventana mas campo. Un árbol que se multiplica en un bosque cada tanto rompe la monotonía de la nada. Lejos quedaron los seductores médanos que en algún paraje supieron acompañarnos, que nos invitaban a imaginar aventuras. Aquellas montañas de arena, que se me hacían en travesías interminables. El contraste entre el viaje de turista acomodado y el de mochilero aventurero. Pensar en el hecho de atravesar parajes que invitan a la aventura mirándolos desde la ventana de un micro que me lleva de un destino a otro, uno mas acomodado que el otro. Del hotel a la Terminal, de la Terminal a destino, y de ahí el camino inverso. Todo es monotonía, previsibiliad. Todo pautado, horas calculadas, partidas, regresos, horarios y mas horarios. Correr como en época de obligaciones por el mísero hecho de no poder dejar de atarnos a las obligaciones de vacacionar, prendidas de manera insalvable al mando tiránico del reloj. Cansancio del descanso.
La pava que anuncia el hervor del agua. Por poco los mates serán insalvables. Te invito a que te hagas cargo del arte de cebar. Horas que pasan sin que notemos su transcurso. Se deslizan en nuestro tiempo. Nuestra relación con el tiempo siempre fue un poco extraña. Nunca lo respetamos ni nos respeto. Siempre transcurrió de manera caprichosa. Hoy una hora es 20 minutos, mañana, 6 horas. No existen parámetros, pautas, cronometrías. Al cabo de que pasa percibimos que pasó, mas no sabemos con exactitud de cuanto es que estamos hablando. Mi atención de a ratos se fuga, de manera incontrolable. Estoy pero no estoy y no se donde estoy en realidad. Solo se que me reconforta la idea de que al menos en esos instantes de fugaz (in)conciencia estoy acá, ahí, con vos. Real o no, la arquitectónica imaginación que me anunció nuestro reencuentro no dejo vacío ni fisura que me haga dudar de su veracidad. Estás, se que estás.
Siguen pasando las horas, el sol pasa por mucho los limites de lo deseado. Calor que se incrementa cada vez mas y mas. Lejos quedó ya el parador en el que comimos. Reanudamos trayecto. Ansiedad, minutos que se hacen eternos. Distancias que parecen insalvables. Instantes de inconciencia que parecen no existir y que me adelantan parajes de mi mente que espera con impaciencia. Y te veo. Y estas ahí. En medio de la nada, de la multitud, en el vacío del oasis que se crea alrededor tuyo, que te separa de las multitudes. Hay un mundo que se desvanece en tu entorno. Y estas ahí. No hay mundo, no hay nada. Ni gente, ni espacio, ni tiempo. Estas ahí y yo a pasos de vos. A segundos del abrazo interminable que borrará el tiempo transcurrido. Vos estas. Yo estoy. El tiempo deja de estar.
De repente un sonido que me trae de nuevo a la realidad. Que hora es? pregunto desubicada. Giro, flojeo, abro los ojos que se empeñan en volver a cerrarse. Estoy, no estoy, estamos, espacios de tiempo que se esfuman. Inconsistencia del relato del intervalo que fue. Irrealidad de lo deseado. Esperanza de que esta sea la alternativa real frente a la posibilidad de la imaginaria. “No me dejes dormir, que vuelvo al micro en el que soñaba que estaba acá... "

1 comentario:

D dijo...

El regreso de menina! jjajaaj mejor que nunca
un beso!