domingo, 6 de diciembre de 2009

El viajar es un placer II

El de las 9.10

El colectivo de las 9.10 hs, no padece la sobreabundancia de usuarios, ni las mochilas gigantes de los escolares, ni los bolsos laborales, ni las señoras que se quejan. Su rasgo característico es la cotidianeidad. Dada la práctica escasez de pasajeros, que por lo general no llegan a saturar el pasillo, se produce un contacto mucho más “personal” por decirlo de algún modo, entre los asiduos ocupantes del mismo, y el chofer de todos los días. Uno que sube todos los días, a la misma hora y en el mismo lugar, empieza a tomar conocimiento de ciertas rutinas. Situado desde un lugar estratégico, las actitudes de cotidianeidad se hacen evidentes a nuestros ojos. En ese horario, pocos van a trabajar, pero no por eso escasean los que siguen esa hora por alguna rutina. Siempre esta la chica que va al gimnasio, la señora que va al supermercado, alguna que otra abuela que va a cuidar a su nieto, y alguna que otra “chica de local de ropa”, enfundada en la mas moderna (y fuera de hora) vestimenta, que sube y con su tono mas nasal saluda al chofer. Ese chofer, que de tan rutinario y aburrido, siempre tiene algo que comentar. Ya sea el buen clima, el mal clima, alguna indagación ocasional sobre un tema X, la política, los piquetes, o lo que sea. Su objetivo es entablar un diálogo, mal que sea, durante el escueto tiempo que tarda la máquina en expender el boleto. Y pobre de vos, que te volviste usuario asiduo de ese móvil, y llegó a considerarte “su” cliente, porque, sin importar tu carencia de humor para entablar diálogos infructuosos, lejos de tu falta de interés en constituirte en su amigo real, y sin hacer caso a tu reiterada frase:
“- la máquina dice el precio interurbano”
él insiste:
“- lindo día hoy, no? Ni ganas de trabajar eh?”
a lo que vas a responder, hasta el hartazgo:
“- si, si, sigue diciendo el precio incorrecto”
Este diálogo se prolongará, mínimamente hasta que note tu cara de desagrado ante su improvisada conversación.
Pero bueno, al margen de esto, lo bueno de este horario es que no se presentan mayores inconvenientes a lo largo de tu viaje. Una cuadra antes de donde querés descender, te dirigís a la puerta (para evitar una segunda tanda de diálogo involuntario), tocás el timbre, y fin de la historia.

¿Cuál es tu mejor estrategia para evadir conversaciones indeseadas?

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